Reinventarse, es lo que nos mantiene felices
Vivir la vida que a cada uno nos toque vivir, significa que muchas veces nos tenemos que reinventar, la vida no es lineal, hay sorpresas en el camino, desvíos y atajos, caminos que parecen difíciles, pero a nosotros nos toca transitar por ellos y en ese caminar encontrar la felicidad y hacer felices a los que nos rodean.
Vivir con una persona que tiene Alzheimer pone a prueba nuestra capacidad de reinventarnos, no como nosotros queremos, sino como las circunstancias lo van exigiendo de nosotros.
La persona con la que nos casamos, sigue siendo la misma en su esencia, pero al ir perdiendo algunas capacidades se va volviendo cada vez más dependiente de nosotros. Entonces uno tiene que irse adaptando a esta novedad. Pasar de ser compañera a ser tutora, porque nosotros tenemos que dirigir, decidir, indicar, sugerir y todo eso sin que parezca que estamos en una posición de dominio. Las personas con Alzheimer, siguen siendo como han sido siempre, lo que pasa es que se les olvida todo. Uno no puede dar instrucciones, porque las olvidan , hay que actuar con ellos, para que sientan que son útiles y necesarios.
Poco a poco se van convirtiendo en un hijo pequeño, pero sin serlo. Solo el amor puede lograr que esa reinvención sea la adecuada, de modo que sigan siendo validados como personas, pero ayudados en lo que necesitan. Sin sustituirlos si no es necesario. Pedirle ayuda, aunque no sea lo suficiente y podamos hacer las cosas solas. Les hace bien porque sienten que todavía están vigentes, hacerlos participar de las celebraciones y salidas familiares. Lo más probable es que luego no recordaran haber salido, celebrado o estado con las personas. Pero ellos viven el presente inmediato, no recuerdan, pero en el momento lo disfrutan.
Cambiar las expectativas que uno tiene en la vida, no esperar que sea como nos imaginamos que sería, sino que viviendo cada día como es, con sus luces y sombras, es lo que nos permite ser felices en cada momento.
Hace muchísimos años leí un libro que me marcó, se llama "un día en la vida de Ivan Denisovich". Narra un día de un prisionero político en un Gulag en Siberia durante la URSS. Solschenitzin va narrando con maestría las vicisitudes de ese día, que son cosas simples en medio de un frío y un hambre crónico. termina el libro con la reflexión del protagonista que piensa que fue un buen día. Al final todos vivimos con alguna carencia, con aquello que no resulta como queríamos, con los errores que hemos cometido. pero al igual que Ivan Denisovich podemos decir es un buen día, estoy viva, hay personas que me quieren. amo a muchas personas. Dios me ama y me llama a su lado. Qué más puedo pedir!
La persona a la que elegí para quererla sin condiciones sigue conmigo, de un modo diferente, ya no es el protector y guía, ahora yo tengo que serlo. Pero seguimos siendo los dos uno para el otro, con otro papel que jugar, nos cambiaron los roles pero el amor sigue incondicional y al final es lo único que cuenta para lograr la felicidad.
No es fácil esta reinvención. somos seres de costumbres y la rigidez del adulto nos dificulta el cambiar. Pero el esfuerzo diario, minuto a minuto en cada pequeña cosa, nos permite mirar la vida, el día, el momento con ojos de novedad, volvemos a reencantarnos.
Muchas veces nos parecerá un camino cuesta arriba, pero no solo somos nosotros quienes hacemos el esfuerzo, está la familia, los amigos, las terapias cognitivas, y por sobre todo está la gracia de Dios. Apoyada en la oración y los sacramentos tengo la fuerza y la perseverancia para recomenzar cada día.
Comparto estos pensamientos por si pueden ayudar a alguien que cuide a una persona con Alzheimer.
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